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Titilo

 

 

 

Titilo

Jessica

Un sapito llamado Titilo se encontraba llorando desde hacía días en la orilla del lago. Un día de aquellos Titilo pensó que no tenía sentido alguno nadar todos los días a la misma hora dentro del lago, salir y atrapar sus moscas, pues al final del día seguía triste y malhumorado. Decidió no volver nunca más al agua y quedarse en tierra hasta que algo pasara. Pasaron varios días y Titilo estaba seco y sediento. Necesitaba urgentemente de agua que le regresara su vitalidad, pues en caso contrario se iría muriendo al paso del tiempo.
Un buen día una mariposa que voleteaba cerca del lugar se dio cuenta que Titilo no se encontraba nada bien. Lucía pálido, flaco y reseco, así que se acercó y le dijo:
"Titilo, necesitas regresar al lago. No puedes estar tanto tiempo sin agua. Si no lo haces, algo grave puede sucederte y no deseo perder a un amigo."
Titilo se ofendió mucho porque una mariposa cualquiera lo interrumpió sin mayor preámbulo de su momento glorioso, pues estaba desafiando a la propia vida y nadie, hasta entonces, lo había hecho. (Bueno, mejor dicho, nadie que él conociera hasta ese día.) Empecinado, hizo caso omiso de aquella vocecita y siguió postrado en la arena del lago.
Al pasar los días Titilo empezó a secarse terriblemente. Una comezón insoportable invadía su cuerpo, como si un ejército de hormigas lo atacara sin reserva alguna. La inmensa sed le impedía atrapar moscas para comer y abrir los ojos para ver el sol. Entró en una desesperación tal que comenzó a gritar, para que alguien lo oyera y viniera a su rescate. Sin embargo, nadie acudía a su llamado, pues como les había dicho a todos que no cambiaría de opinión y que lo dejaran de una vez por todas en paz, pues se retiraron del lugar para continuar con sus quehaceres.

 

Al poco rato, la mariposita pasó por el lugar, como de costumbre. Venía como todos los días a ver cómo se encontraba Titilo, quien la tenía tan preocupada. De pronto escuchó los gritos infames que el sapito daba a los cuatro vientos y voló lo más rápido que pudo hasta dar con su amigo.
La mariposita, sin preguntar, le llevó agua y comida a Titilo y se quedó con él hasta que se repuso y pudo volver a caminar con sus propios pies hasta el lago. Cuando eso ocurrió el sapito se metió al agua y, sin decir nada partió. Mariposita en un principio se quedó un poco melancólica porque no recibió ni una sonrisa de su amigo Titilo. Pero nunca dejó de ir al mismo lugar y poner atención al llamado de su amigo, quien probablemente la volvería a necesitar. 

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