Háblanos de ti...
Compartimos experiencias
“Que bueno que nosotras estamos aquí en este grupo. Que bueno que llegamos a este lugar, para poder externar todo lo que nos molesta por dentro, para así mismo aliviarnos.”
Una persona nueva que llega al grupo se siente en confianza cuando reconoce que todos hablan sinceramente de lo que sienten y viven. Esto permite y enseña a hablar francamente. Hace posible y nos entrena para escucharnos, incluso nosotros mismos. Es así que llegamos a conocernos y aprender de lo que otros narran. La junta es para el análisis y avance. La catarsis y asociación libre son solamente un primer momento. Reconociéndonos en otros confrontamos hasta lo más difícil de nosotros mismos, porque lo mucho que aprendemos nos hace amar y aprovechar el potencial del trabajo en el grupo. Para ayudarnos nosotros mismos, terminamos también por buscar formas de apoyar a otros, describiendo y analizando nuestras propias experiencias, pues así avanzamos más. Con el tiempo aprendemos a ofrecer lo que hoy nos permite manejarnos con mayor tranquilidad, especialmente en asuntos que hoy vemos de distinto modo y nos han hecho crecer.
Hablando en primera persona
Nos expresamos en primera persona del singular: Yo, lo que vivo, lo que siento, lo que hago, lo que quiero, lo que busco, lo que sufro, lo que deseo. Hablar así es un gran compromiso. Siempre que hablo en primera persona, me comprometo. Es distinto decir que Juan dijo que venía a las cinco de la tarde, a declarar frente a otros que "yo voy a venir mañana a las cinco". Hablando en primera persona prometo y me comprometo. Es así que me hago responsable de mi propia palabra y persona. Antes que ser simplemente información ofrecida, cuando hablo de mi establezco un pacto y contrato con las personas a quienes me dirijo. Siendo el respeto y la responsabilidad los fundamentos de un compromiso personal de trabajo en el marco de un grupo de personas, cada participante hace un cambio radical en su forma de expresarse. En lugar de colocar estratégica y sistemáticamente la culpa en otros, para asumir como propio solamente lo ventajoso y conveniente, actuando para guardar imagen, colocarse y ganar posiciones, estando en el grupo de autoayuda me hago responsable de todo lo que digo, siento, pienso y creo. Es un grupo para aprender en lugar de ser un grupo con carácter político, como la mayoría de los grupos sociales donde lo que cuenta es el poder y prestigio.
Sin consejos
“Aquí nadie te va a dar consejos. Imagínate si alguien te da un consejo y la cosa te sale mal; le echas la culpa a quien te aconsejó. Además, cuando alguien habla de su vida y su experiencia es como te daría el mejor consejo, desde su experiencia. Ahí tú si lo tomas o no.”
Cuando alguien sigue nuestro consejo y le falla, es probable que nos haga responsables de su fracaso. Estando ocupados en echarle la culpa a alguien, se hace difícil pensar y aprender de la experiencia. Pero cuando escuchamos vivencias de otros, es más fácil reconocer y encontrar algo que pueda sernos útil. Compartiendo lo que cada uno vive y siente, pero también lo que mejor le funciona, y la forma en que aprendimos en cada caso, otros tienen la oportunidad de meditar y decidir por cuenta propia cómo hacer las cosas.
Los consejos se hacen obstáculo para que una persona medite, decida y actúe con responsabilidad. Todo consejo impide que la persona aconsejada razone las cosas y tome su propia decisión, para así aprender de ella, sea cual sea el resultado.
Evitando dar consejos, la forma de hablar en el grupo de autoayuda nos permite aprender de la experiencia de vida que compartimos.
Esta es una filosofía pragmática muy eficaz que permite comprender los conceptos en los que se basan las acciones.
Sin juicios de valor
Pensar que hay solamente una forma de hacer bien las cosas es ocultar las muchas posibilidades y alternativas existentes. Hacernos jueces de la vida y decisiones de otros difícilmente es la mejor forma de ser escuchados. Si algo deseamos ofrecer, decir que algo está bien o mal y calificar lo que otros hacen funciona menos que simplemente narrar cómo hemos actuado nosotros mismos en situaciones similares, sincerándonos con respecto a errores y tropiezos, tanto como en éxitos y logros. Hacerse cada uno responsable de lo propio es la mejor forma de sentirnos en confianza. El juicio, para bien o para mal, clasifica las acciones de otros. Cuando las cosas quedan fijas en blanco y negro, se hace difícil analizarlas y entenderlas. Narrando experiencias de vida es posible reconocer matices y situaciones, para decidir cada uno, personalmente, lo que mejor le puede funcionar en una situación de vida particular.
Sin generalizar
“Yo siento que las personas que estamos aquí venimos por voluntad. Solamente con voluntad la gente realmente aprovecha. Entonces, el hacer invitaciones a alguien, generalmente se pierden en el olvido, porque la gente dice: ‘No, no, a mí me da pena. Yo a qué voy a ir.’ Pienso que los que vienen, es porque están dispuestos a oír, están dispuestos a cambiar.”
Generalizar es la forma más común de evitar hacernos responsables. Permite agredir, descalificar o etiquetar a otros sutilmente.
En otras partes hablan de como son y como deben de ser las cosas. También de lo que la ciencia, la religión o alguna persona famosa dijo.
En un grupo de ayuda mutua todos somos importantes. Compartimos una sabiduría que viene de nuestra propia y muy particular experiencia de vida. Es así que logramos reconocer lo positivo y constructivo, incluso en las más dolorosas experiencias de la vida.
La forma de poner en juego la sabiduría que tenemos aún sin saberlo es compartiendo aquello que hemos vivido, sentido y hecho parte de nosotros, sea positivo o negativo.
El grupo de autoayuda es un lugar para aprender de lo personal y particular.
Sin hablar desde el saber
En nuestras sociedades occidentales, el individualismo y el mito de la supervivencia del más apto nos hacen perder de vista que somos seres sociales y que de ahí se derivan todos nuestros logros, porque son producto colectivo. Cualquier grupo, como por ejemplo el familiar, permite generar ideas, decisiones y proyectos, potenciando la sabiduría y creatividad de sus integrantes.
Cuando alguien empieza a hablar desde el saber, termina por callar a los demás. Esta es la muerte del trabajo creativo y la producción colectiva.
Cuando cada uno habla de si mismo, comentando lo que siente y piensa, tanto como lo que ha asimilado y que aplica en su vida, todos se pueden sentir en igualdad de circunstancias y continuar participando con lo propio.
Sin darnos cuenta, cuando compartimos abiertamente en un grupo pequeño construimos y crecemos como nunca uno solo podría hacerlo.
Nunca hablar desde el saber es parte de la técnica para aprender juntos que aplicamos en grupos de autoayuda.
Sin hablar del deber ser
“Pues lo que dice el compañero, aquí estamos todos en el mismo caso y estamos para ayudarnos. Esto es una ayuda mutua y estamos para escucharte y para ayudarnos como grupo.”
Siempre es más fácil decirle a otros como vivir su vida que vivir la propia con sabiduría.
Existen muchos sistemas de reglas para vivir y muchas personas que nos dicen lo que hacer, sin aplicarse sus propias recomendaciones.
Las reglas impuestas nos restan libertad, porque impiden que meditemos y decidamos las propias con calma y libertad.
El grupo de autoayuda es una olla de cocimiento lento. Por muy frenada que se encuentre nuestra pasión por la vida, ahí buscamos y encontramos calidez y un caldo de cultivo cómodo y agradable para revivir, liberarnos de violencias sutilmente impuestas y entrar en acción.
El avance personal es posible cuando cada uno se hace responsable de lo propio. La propia libertad de pensamiento y acción es contraria al deber ser impuesto. Pero las normas internas son mucho más efectivas que cualquier coherción.
La capacidad de decidir pausadamente y actuar con autonomía es el resultado de trabajar largo en el grupo de autoayuda para decidir y seguir nuestras propias normas internas.
La materia prima para trabajar
En el grupo compartimos experiencias, hablando en primera persona; sin consejos ni juicios de valor; sin generalizar ni hablar desde el saber o el deber ser. Se pone así al centro lo experimentado por cada uno. Esa es la materia prima y la forma de trabajarla. La ayuda mutua en el pequeño grupo de autoayuda es la forma de colaboración social con la que se genera en cada caso un nuevo conocimiento, distinto al profesional o el científico, incluso al moral y religioso. Para una situación de vida y problemática particulares, un grupo de personas que la comparten producen juntos algo que nadie más puede ofrecerles desde fuera. Pero lograrlo implica colaborar e interactuar de una forma particular:
Háblanos de ti.